Los sufíes, al contrario que otros místicos o supuestos posesores de un conocimiento especial, tienen fama de ser arrogantes. Esta arrogancia, según ellos mismos, se debe sólo a una incorrecta percepción de su comportamiento por parte de la gente. “Una persona”, dicen, “que fuera capaz de encender un fuego sin frotar palos y que lo dijera, aparecería como arrogante a los ojos de alguien que no pudiera hacerlo”.

También tienen fama de ser extremadamente generosos. Su generosidad, dicen, se refiere a las cosas verdaderamente importantes. Su prodigalidad con los bienes materiales sólo es un reflejo de su generosidad con la sabiduría.

La gente que desea estudiar el camino sufí, a menudo practica la generosidad con objetos, a la espera de alcanzar una forma superior de generosidad.

Sea como sea, se cuenta una historia muy curiosa sobre tres hombres generosos de Arabia.

Un día discutían unos árabes sobre cuál era el hombre más generoso. Los debates se prolongaron varios días, y al final, por común acuerdo, el número de candidatos ser redujo a tres.

Como los partidarios de los tres candidatos estaban a punto de llegar a las manos, se constituyó un comité para que tomara la decisión definitiva. Decidieron que, como en una prueba eliminatoria, se enviaría el siguiente mensaje a cada uno de los tres hombres:

Tu amigo Wais se encuentra en un gran apuro. Te ruega que le ayudes con bienes materiales.”

Se despachó a tres representantes del comité para localizar a los tres hombres y entregarles el mensaje, después de lo cual debían volver para informar de lo sucedido.

El primer mensajero llegó a la casa del Primer Hombre Generoso, y le dijo lo que el comité le había encargado.

El Primer Hombre Generoso dijo: “No me molestes con esa pequeñez. Coge todo lo que quieras de lo mío y dáselo a mi amigo Wais.” Cuando este emisario volvió, la gente reunida pensó que no podía existir una generosidad mayor que ésta, junto con una tal altivez.

Pero el segundo mensajero, tras comunicar su mensaje, recibió como respuesta del criado del Segundo Hombre Generoso:

Como mi amo es muy arrogante, no puedo molestarle con ningún tipo de mensaje. Pero te daré todo lo que tiene, y también una hipoteca sobre sus bienes inmuebles.”

El comité, al conocer esta respuesta, supuso que con toda seguridad éste sería el hombre más generoso de Arabia. Pero todavía no habían examinado el resultado de la misión del tercer mensajero.

Éste llegó a la casa del Tercer Hombre Generoso, quien le dijo: “Empaqueta todas mis pertenencias y lleva esta nota al prestamista para liquidar todos mis bienes, y vuelve aquí para esperar a una persona que llegará de mi parte.” Dicho esto, el Tercer Hombre Generoso se marchó.

Cuando el mensajero hubo terminado esa tarea, se encontró en la puerta de la casa con un agente del mercado que le dijo:

Si tú eres el mensajero de Wais, tengo que entregarte el importe de un esclavo que se acaba de vender en el mercado de esclavos.”

El esclavo era el Tercer Hombre Generoso.

Además, se cuenta que, unos meses más tarde, el propio Wais, que había formado parte del comité de jueces, visitó una casa en la que el esclavo que le servía resultó ser su amigo, el Tercer Hombre Generoso.

Wais dijo: “¡La broma ya ha ido demasiado lejos! ¿No es hora de que seas liberado?” El Tercer Hombre Generoso, que era un sufí, dijo:

Lo que para unos es una broma puede no serlo para otros. Además, estoy arreglando lo de mi liberación mediante un acuerdo con mi amo y de conformidad con la ley. Conseguir la libertad me llevará sólo dos o tres años más.”

 

Por Idries Shah. Del libro "La Sabiduría de los Idiotas"

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